“Mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y nervio de la raza”…… (Augusto Nicolás Calderón Sandino)


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lunes, 10 de enero de 2011

¿Es neoliberal el gobierno del FSLN? Si los perros ladran es que cabalgamos. Por Carlos Fonseca Terán

5/5/10
Carlos Fonseca Terán

Casi toda la oposición (incluyendo a la disidencia reformista del sandinismo, cuyos integrantes se llaman a si mismos “renovadores”) reprocha al actual gobierno sandinista su identificación con la izquierda dura latinoamericana (considerada extrema izquierda por la derecha, como es lógico), cuya figura más emblemática es el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez y su principal expresión organizada, la Alternativa Bolivariana para los pueblos de América Latina y el Caribe (ALBA).
Las políticas y programas gubernamentales que benefician a amplios sectores empobrecidos o de escasos recursos de la sociedad nicaragüense están permanentemente sometidos a ataques tan fuertes de la oposición como las líneas y decisiones más vinculados con el ámbito político, institucional y electoral. Estos ataques incluyen la descalificación, la acusación de desestabilizar la economía y la caracterización de tales políticas y programas como “populistas” o políticamente “clientelistas”. Entre tales políticas y programas se pueden mencionar: la gratuidad en la salud y la educación; la campaña de alfabetización, que ha reducido de 35% a 3% el analfabetismo; la ampliación del acceso al crédito a los pequeños productores; los programas Hambre Cero y Usura Cero destinados a la capitalización de los sectores populares que habitan en zonas rurales y urbanas, respectivamente; la política tributaria destinada a que quienes perciben más ingresos paguen un mayor porcentaje de éstos que quienes perciben menos, lo cual ha sido negociado con todos los sectores afectados con las correspondientes concesiones del gobierno a la empresa privada tradicional en aras de que estas políticas redistributivas no afecten la estabilidad económica y con ello se perjudique a los sectores que se pretende beneficiar; el subsidio al transporte público y la energía eléctrica; el aumento en los ingresos de los trabajadores asalariados (porcentajes de aumento en el salario mínimo superiores a los que se decidían por los gobiernos de derecha; el reciente bono adicional al salario de empleados públicos, maestros, trabajadores de la salud, policías y soldados); los programas Calles para el Pueblo y Casas para el Pueblo; el Programa AMOR, destinado a devolver su infancia a los niños de la calle; incluso, iniciativas tan difíciles de criticar como la Feria Una niñez feliz instalada en la Navidad de 2009 para que los niños más pobres del país y principalmente de la capital, disfrutaran una forma de recreación a la que de otra manera no podrían acceder.
Por otra parte, cierto sector muy reducido y disidente del sandinismo (entre ellos, algunos con viejas credenciales de izquierda; otros, desde organizaciones que se autodenominan en su conjunto como la sociedad civil, algunas de cuyas figuras más visibles presentan en ciertos aspectos un discurso antisistémico) pero que debido a sus ataques al gobierno encuentran gran eco en los medios de comunicación de la derecha (y como tales, defensores por excelencia del sistema) acusan al FSLN de no ser auténticamente de izquierda, debido a que según ellos, promueve un Estado confesional, sus políticas son consensuadas con la empresa privada y acepta las imposiciones del Fondo Monetario Internacional. En ese sentido, algunos de estos detractores e incluso, también los del sector disidente reformista del sandinismo, han llegado a decir que este es un gobierno neoliberal.
Sin embargo, varios de los más connotados personajes entre quienes acusan al actual gobierno sandinista de neoliberal aparecen en exiguas y muy esporádicas marchas antigubernamentales junto a la derecha neoliberal confesa levantando sus mismas banderas, y en una franca minoría que coloca a este sector como un aliado menor de la derecha neoliberal y por ende, subordinado completamente a la estrategia y los intereses de ésta. Una de sus figuras más visibles, el ex candidato presidencial y funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (promotor de políticas neoliberales) Edmundo Jarquín, se caracteriza por ser uno de los que más repite que este gobierno es neoliberal, pero en su campaña presidencial del 2006 decía que para aumentar los ingresos tributarios el gobierno no necesitaba reestructurar el sistema impositivo del país para hacer que los ricos paguen más y los pobres menos, sino que bastaba con implementar métodos propuestos por él, para hacer que todos paguen según la política fiscal regresiva y típicamente neoliberal que ha estado aplicándose en Nicaragua desde la década de los noventa, momento en el que Jarquín y su grupo (entonces dirigido por Sergio Ramírez) renegaron de las ideas revolucionarias (del socialismo, el antimperialismo, el partido de vanguardia) con las que en realidad, nunca se habían identificado la mayor parte de ellos; lo cual los hace partidarios del capitalismo como sistema, cuya única expresión vigente en la época actual es precisamente, el neoliberalismo.
Cuando el Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, desenmascara en sus discursos las políticas del FMI y demás organismos financieros internacionales destinadas a hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, y denuncia la política colonialista, neocolonialista e imperialista de las potencias industriales europeas y de Estados Unidos, los voceros de la oposición (incluyendo a los que acusan de neoliberal a este gobierno) protestan acusando al gobierno de “morder la mano que nos da de comer” (en todo caso, la verdadera mano que nos da de comer es la de Chávez, y ellos la viven mordiendo) y defienden a los gobiernos europeos y al gobierno norteamericano, invocando la generosidad de la ayuda que supuestamente nos brindan, la cual en realidad, no es nada en comparación con los recursos que le han arrebatado estas potencias capitalistas al país con sus políticas de dominación. De igual forma, cuando cualquier político de un país de esos interviene en los asuntos internos de Nicaragua y habla en contra del gobierno sandinista, le dan el tratamiento de una divinidad, pero si Hugo Chávez – Presidente de un país igual que Nicaragua: latinoamericano, caribeño e históricamente oprimido por las grandes potencias extranjeras – habla bien del gobierno sandinista, entonces lo acusan de intervencionista y al gobierno, de estar sometido a Venezuela. Pero cuando el gobierno del FSLN, luego de haber negociado en defensa de los intereses de Nicaragua debe acatar ciertos condicionamiento del FMI para poder acceder a los recursos que de otra forma serían inalcanzables, siendo indispensables para cumplir las políticas y poner en práctica los programas sociales, entonces acusan al gobierno sandinista de estar sometido al FMI y por tanto, de ser neoliberal. Valga decir que después de ser uno de los países a los que más condiciones imponía el FMI en los años noventa y primera mitad de la presente década, Nicaragua ha pasado a ser uno de los países a los que menos condiciones impone este organismo financero, debido al éxito gubernamental en las negociaciones que obligatoriamente debe establecer con esta entidad. Y los mismos que acusan de confesional al gobierno sandinista, cuando la jerarquía de la Iglesia Católica ataca al gobierno (lo cual ocurre casi diario) colocan en la primera plana de sus periódicos las declaraciones de los obispos, como si de un oráculo se tratara. Por lo demás, si el gobierno sandinista no conversa con los empresarios es sectario y extremista, y si lo hace está vendido a sus intereses; ambas acusaciones provenientes casi de las mismas personas y agrupaciones políticas. De igual forma, si denuncia las imposiciones del FMI y el chantaje político de Estados Unidos y Europa (chantaje que es apoyado por toda la oposición antisandinista) es extremista e irresponsable, y si no tiene más remedio de aceptar algunos condicionamientos del FMI (después de haber logrado la eliminación de una gran cantidad de ellos), entonces es neoliberal.
En resumidas cuentas, al gobierno del FSLN se le señala desde la oposición, al mismo tiempo, desde ser de extrema izquierda hasta ser neoliberal. Tomando en cuenta que ambas cosas no pueden ser ciertas a la vez, alguien debe estar muy equivocado entre quienes atacan al gobierno sandinista, al acusarlo de pecados tan antagónicos entre sí. ¿Pero quién estará entonces afirmando lo incorrecto? ¿Los que acusan al gobierno sandinista de ser izquierda dura, o los que lo acusan de ser neoliberal?
¿Qué parámetros usar para considerar que un gobierno es neoliberal o al menos, que es procapitalista o no está interesado en cambiar el sistema? Para comenzar, bastaría con saber si un gobierno está contra el sistema vigente o no, para saber si es o no neoliberal, pues el neoliberalismo es la más extrema expresión del sistema en cuestión. Incluso un gobierno podría no estar contra el sistema o no plantearse como posible el cambio de éste y sin embargo, ser antineoliberal, como ocurre en el caso de Brasil, por ejemplo.
Ya el hecho de ser parte del ALBA dice bastante de cualquier gobierno en el sentido de si está a favor o en contra, ya no digamos del neoliberalismo, sino incluso del sistema, pues esta iniciativa es por definición, antisistémica; su lógica se opone totalmente a los mecanismos del mercado, que giran alrededor de la conveniencia de cada quien; en este caso, el eje rector es la cooperación en el más puro sentido del término, la solidaridad entre diferentes países, de modo que cada uno aporte al otro lo que éste necesita de él, partiendo de que siempre, cada quien por pobre que sea, tiene algo importante que aportar a los demás. En el aspecto geopolítico, su concepción rectora es la opuesta a la del panamericanismo promovido por Estados Unidos desde el siglo XIX y que considera comunes los intereses de todos los países del continente americano, mientras la visión del ALBA tiene sus raíces en las tesis de Bolívar y Martí, según las cuales los intereses de los países al Norte y al Sur del Río Bravo (línea divisoria entre Estados Unidos y México) son antagónicos entre sí. Ambos enfoques coincidentes (de Bolívar y Martí) surgieron, en el primer caso mucho antes y en el segundo, poco antes de que Lenin hiciera su famosa caracterización del imperialismo como fase superior del capitalismo, y en ambos casos bastante antes de que Mao, basado en que la división del mundo entre explotados y explotadores pasaba a ser entre países explotados y países explotadores, unificaba la liberación nacional con el socialismo, a nivel teórico y práctico; a partir de lo cual todas las revoluciones socialistas fueron producto de guerras de liberación nacional en los países explotados, comenzando por la misma Revolución China, cuyos impulsores comenzaron su lucha (que era de manera simultánea, tanto por la liberación nacional como por la transformación revolucionaria de la sociedad), al mismo tiempo que lo hacía Sandino en Nicaragua con los mismos propósitos, aunque con planteamientos programáticos y estratégicos diferentes por ser diferentes ambas realidades.
Es curioso el hecho de que entre los detractores del actual gobierno sandinista, buena parte de los que más hacen ruido en los medios de comunicación utilicen el mismo planteamiento ético-político que los detractores del gobierno sandinista de los años ochenta: su supuesto alejamiento del “programa original de la revolución”. En aquella ocasión, este discurso se refería a los compromisos políticos asumidos por el FSLN producto de sus alianzas con la oposición antisomocista de derecha, encabezada por los conservadores; tales compromisos se referían sobre todo al pluralismo político, la economía mixta y el no alineamiento, en el sentido de promover un sistema político pluripartidista, la no supresión de la propiedad privada y la neutralidad respecto a las partes enfrentadas en la Guerra Fría, respectivamente. Todo esto fue mantenido por el FSLN en sus políticas de gobierno, pero la oposición de derecha alegaba que no eran políticas auténticas, pues el pluralismo político era puramente formal ya que en la práctica el FSLN ejercía la hegemonía sin ningún tipo de equilibrio pluralista en el ejercicio del poder y el funcionamiento del Estado, la economía mixta era otra fachada debido a que la empresa privada era constantemente afectada por las políticas económicas del gobierno, que la veía como enemiga y el Estado ejercía el monopolio sobre la banca, la explotación de los recursos naturales y la exportación, mientras el no alineamiento era una farsa pues era de todos sabido el apoyo de la Unión Soviética al gobierno sandinista con cooperación económica y aprovisionamiento bélico.
El pluralismo político, sin embargo, fue tan auténtico que el FSLN perdió las segundas elecciones pluripartidistas que él mismo organizó en el marco del modelo político por él establecido. Por su parte, la economía mixta era tan genuina que incluso, los grandes productores fueron siempre protegidos por el gobierno, que les pagaba su producción en dólares a precio oficial (por debajo del que regía en el mercado, es decir que recibían mucho más dólares que los correspondientes al precio del mercado, es decir que eran subsidiados por el Estado del que tanto renegaban y reniegan); cierto es que esto les beneficiaba menos que si ellos hubieran podido exportar directamente sus productos, pero no resultaban tan perjudicados como lo habrían sido bajo un gobierno que no estuviera empeñado en cumplir compromisos con unos ex aliados que jamás le reconocían este inútil mérito; en cambio a los pequeños productores tradicionales, acostumbrados a colocar bajo sus propias reglas sus productos en el mercado, se les obligaba a vender éstos a un determinado precio para proteger a los consumidores urbanos, que de todas maneras se quejaban por la escasez que era producto de la guerra y de que los productores afectados por estas medidas se iban a engrosar las filas de la contrarrevolución armada. En cuanto al no alineamiento, la agresión norteamericana llevó al FSLN a buscar el apoyo de la única potencia que podía hacerle contrapeso a Estados Unidos, que era la Unión Soviética, aparte de la afinidad ideológica existente.
Pero si en algo es verdad que falló el sandinismo en la década de los ochenta, no fue en nada de lo que se hayan quejado sus opositores, sino en lo referido ciertamente, a su programa original; pero no respecto a su versión modificada como producto de su políticamente necesaria alianza con la oposición burguesa antisomocista, sino respecto a la esencia de su proyecto revolucionario; pero este señalamiento, por sus características y su razón de ser, sólo podía provenir de las propias filas del FSLN, y nadie lo planteó, al menos que se sepa públicamente. Esta falla fue la de no construir un modelo político que se correspondiera con el nuevo poder de clase existente a raíz del triunfo revolucionario en 1979 (lo cual no necesariamente se contraponía con el pluralismo político), y en cambio el FSLN se conformó con instaurar un modelo esencialmente democrático representativo, como si éste fuera suficiente o adecuado para institucionalizar el cambio revolucionario, lo erróneo de lo cual se demuestra sobradamente con el hecho mismo de que fue en el marco del modelo instaurado por él mismo, que el FSLN terminó siendo desplazado del poder político por esa derecha que reclamaba su propio “programa original de la Revolución”.
Esta falla, sin embargo, no fue casual: en buena medida fue un reflejo de cómo el nivel de acercamiento que hubo en las postrimerías de la lucha antisomocista entre el FSLN y la oposición burguesa minaron ideológicamente la consistencia revolucionaria de aquél, debido en gran parte a que una expresión de ese acercamiento (por lo demás, necesario – como se ha dicho ya –, aunque estas consecuencias eran evitables y en caso contrario, no podría considerarse necesaria tal política de alianzas) fue el ingreso al FSLN de militantes provenientes de la burguesía cuyo antisomocismo unido a la frustración respecto a las posiciones claudicantes del liderazgo conservador los llevó a un proceso de radicalización de su pensamiento político que sin embargo, nunca hizo de ellos auténticos revolucionarios, y esto los hizo ser promotores de aquella idea según la cual, el principal mérito de la Revolución Sandinista era su vocación democrática, pero definida según parámetros burgueses, de derecha. La influencia de estos cuadros y del círculo en el que esta influencia era mayor, fue un factor sin duda decisivo para que se cometiera la falla aquí planteada, y son precisamente estos cuadros, los de su entorno y algunos otros que de forma directa o indirecta han sido alcanzados por este fenómeno, quienes hoy hacen el papel de acusar al FSLN de apartarse del “programa original de la Revolución”, al que pertenece ese modelo político de los años ochenta, basado en los principios de la democracia representativa. No es extraño por eso que Sergio Ramírez, ideólogo del sector reformista de la disidencia sandinista, diga que el principal logro de la Revolución Sandinista fue la democracia, y agregue además, que fue un logro alcanzado por el FSLN sin proponérselo en realidad.
De esta forma, se construye el sofisma que lleva no sólo a sandinistas verdaderamente de ultraizquierda (que también los hay) opuestos al actual gobierno en Nicaragua, sino incluso a la disidencia reformista del sandinismo (los “renovadores”) a plantear que el FSLN traicionó el programa original de la Revolución y de ahí, a plantear que el FSLN no es revolucionario y que por tanto, está comprometido con este sistema y como el actual sistema está regido por el neoliberalismo como modelo, el gobierno sandinista es neoliberal. Pero siendo de ultraizquierda o reformista, la disidencia sandinista esgrime en su conjunto este planteamiento, cuya demagogia queda al desnudo cuando todos ellos aparecen juntos, haciendo coro y/o levantando banderas comunes con toda la derecha en el marco de los ataques de ésta al FSLN como parte de los ataques de la derecha latinoamericana en su conjunto contra los gobiernos del ALBA y los partidos que ejercen dichos gobiernos. No deja de ser irónico que la reducidísima ultraizquierda del sandinismo y la disidencia sandinista de derecha (reformista) coincidan no solamente en decir que el FSLN no es revolucionario (habría que ver si ellos se ven unos a otros como tales), sino también en el monumental disparate de calificar al actual gobierno sandinista como neoliberal.
Volviendo al planteamiento de los parámetros para saber si un gobierno es pro-sistema o anti-sistema, o si, siendo pro-sistema es o no neoliberal; tales parámetros deben clasificarse en los tres grandes aspectos que integran la realidad social: el socioeconómico, el político-jurídico y el ideolólgico-cultural.
En el aspecto socioeconómico, el cambio de sistema o la sustitución del capitalismo por el socialismo están dados por la socialización de la propiedad, en este caso y según la realidad nacional e histórica, por la vía autogestionaria o lo que es igual, mediante el ejercicio directo de la propiedad por los trabajadores y los sectores populares de la economía. Esto se ve plasmado en las políticas de ampliación del crédito y los programas Hambre Cero y Usura Cero; a la par de lo cual están los grandes proyectos de desarrollo económico orientados a sustentar materialmente ese proceso de socialización de la propiedad mediante la democratización de la economía. Por otra parte, las políticas sociales del actual gobierno sandinista podrán ser acusadas de cualquier cosa, menos de neoliberales: por ejemplo, no hay nada más antineoliberal que la desprivatización de la salud y la educación, por sólo citar un par de temas que sin embargo, bastan para saber si es o no neoliberal el gobierno del FSLN.
En lo político-jurídico, la línea del actual gobierno del FSLN no puede ser más clara. Precisamente lo que no se hizo en los años ochenta, se está haciendo ahora, superándose así esta falla histórica del sandinismo; es decir que a diferencia de los años ochenta (idealizados casi como perfectos por la disidencia sandinista que acusa al FSLN se haberse apartado del “programa original de la Revolución” – refiriéndose en este caso al de los años ochenta, que efectivamente está siendo más bien superado –), ahora sí se está avanzando en el cumplimiento cabal del auténtico programa original del sandinismo, que incluía el cambio del sistema político con la sustitución de la democracia representativa por una democracia en la que el pueblo ejerciera realmente el poder, en este caso mediante el Poder Ciudadano como expresión organizada de la democracia directa, en la cual los ciudadanos no solamente eligen representantes y gobernantes como sucede en la democracia representativa, sino que además decide las políticas de gobierno y toma las decisiones fundamentales para gobernar, sobre todo en lo concerniente a la distribución del Presupuesto, que es la expresión más concreta de la política económica.
En cuanto a lo ideológico-cultural, el principal cuestionamiento que conduce a la afirmación de que el FSLN no es de izquierda, se refiere a su supuesta nueva religiosidad que lo lleva a promover un Estado confesional, lo cual ya se había superado en la historia de Nicaragua con la Revolución Liberal de 1893. En realidad, si con el término Estado confesional se hace referencia a la alianza política entre el Estado y la Iglesia, al apoyo económico del primero a la segunda (sin lo cual no hay alianza con ella que valga) o a la participación de religiosos en las estructuras gubernamentales, solamente el gobierno liberal de Zelaya fue laico en la historia de Nicaragua. Debido a la influencia que tiene la Iglesia en la sociedad, sería muy tonto que un partido político no tratara de utilizar esto para sus fines; cuando no es así, es porque la Iglesia no lo permite, no porque haya un partido que no desee el apoyo de ésta o de sus personeros. Incluso en el gobierno sandinista de los años ochenta (el más confrontado con la Iglesia después de Zelaya), había Ministros que eran sacerdotes (incluyendo a los Ministros de Educación y de Cultura, dos ministerios ideológicos por excelencia). En la actualidad, la jerarquía de la Iglesia católica ataca sistemáticamente (igual que en los años ochenta) al gobierno del FSLN, a pesar de los esfuerzos de éste (que no hizo entonces) por evitar esa confrontación; de modo que igual a lo ocurrido en aquella época, el apoyo recibido por el FSLN por parte de la Iglesia lo es de ciertas personalidades reprentativas de ésta, siendo ahora el más destacado, el caso del Cardenal Miguel Obando y Bravo, principal jerarca de la Iglesia Católica en los ochenta y como tal enfrentado entonces al FSLN, del que es actualmente aliado. Ninguna novedad, aparte de las personas involucradas a favor o en contra de cada bando.
Pero el principal señalamiento que se hace al FSLN en este aspecto es que producto de su alianza con la Iglesia (que como se ve, no existe) o de su interés en que ésta se produzca, surge una posición que es a todas luces reaccionaria, como es aceptar la penalización del aborto terapéutico. Lo que sucedió en la Asamblea Nacional fue que en el nuevo Código Penal (afortunada o desafortunadamente) se pretendió impedir que la figura del aborto terapéutico fuera utilizada como fachada para practicar el aborto en general, lo cual fue ciertamente, una solicitud de la Iglesia Católica. Pero lo que hay realmente, son dos interpretaciones de lo que sucedió en el Poder Legislativo, que fue la eliminación en un artículo del Código Penal, de la parte del mismo que establecía la excepcionalidad del aborto terapéutico en relación con la penalización del aborto en general, y el procedimiento en tal caso. Según la Iglesia y ciertos movimientos feministas (curiosa coincidencia), al eliminarse el mencionado fragmento de dicho artículo, el aborto terapéutico queda penalizado; según una interpretación casi desconocida (pero igual de válida desde el punto de vista jurídico), más bien el cercenamiento del artículo libera a los médicos de ciertas obligaciones allí establecidas para practicar ese procedimiento. La verdad objetiva es que el aborto terapéutico no está tipificado como un delito en el nuevo Código Penal, y por tanto es imposible condenar a alguien por practicarlo. Lo otro es que el artículo en mención hacía referencia a un caso que es más bien raro: cuando hay que decidir entre la vida de la madre y la del niño; lo más común es que la decisión sea tan lógica como lo que sigue, lo cual ocurre en la gran mayoría de los casos de aborto terapéutico, que están vinculados con los embarazos conocidos como ectópicos (el bebé está fuera del útero materno): o se salva a la madre, o no se salva ni ella ni el niño, pues éste ya no tiene posibilidades de sobrevivir y por tanto, está técnicamente muerto y para evitarse mayores complicaciones, así lo reportan los médicos ahora y asunto resuelto. Por eso (pero también y sobre todo porque, como ya se dijo, el aborto terapéutico no es legalmente un delito) no ha habido ningún médico acusado y mucho menos preso por llevar a cabo el procedimiento médico de extraer al feto para salvar a la madre cuando la vida del primero está inevitablemente perdida (aunque no haya muerto aún), ni ha habido ninguna mujer muerta porque algún médico se niegue a practicarle el aborto terapéutico por temor a ser encarcelado.
La razón por la que ciertos grupos feministas y sectores políticos acusan al FSLN de respaldar la penalización del aborto terapéutico es, en el primer caso porque esa campaña justifica el ingreso de grandes cantidades de recursos para los ONGs que poseen dichos grupos y porque algunos de ellos poseen clínicas donde se practica clandestinamente el aborto no terapéutico, que siempre ha estado penalizado en Nicaragua, cobrándoles dinero a las mujeres que acuden a estos lugares y que son tratadas por estas “feministas” de forma terriblemente inhumana; de modo que si las mujeres tienen problemas de este tipo, para estos grupos inescrupulosos es mejor que sientan temor de ir a un hospital porque así caen fácilmente en sus garras. Y si ha habido o hay en el futuro alguna muerte, será en todo caso por esto último. En cuanto a los políticos que acusan al FSLN de apoyar la penalización del aborto terapéutico, el objetivo es demasiado evidente para gastar espacio en el disco duro y papel; baste decir que un día de tantos, un grupo feminista antisandinista se quejó de un supuesto maltrato verbal de quien esto escribe (absolutamente falso, por lo demás) presuntamente recibido mientras hacían campaña contra el FSLN en un evento internacional, por apoyar éste la penalización del aborto terapéutico, y la denuncia apareció nada menos que en el diario La Prensa, cuya línea es fundamentalista religiosa contra el aborto terapéutico y por tanto, a favor de su penalización. Ahora, viéndolo desde un punto de vista práctico, ¿qué interés podría tener el FSLN en que el aborto terapéutico esté penalizado, si la jerarquía de la Iglesia Católica (principal interesada en dicha penalización) es su enemiga acérrima, mientras que su aliado en la Iglesia Católica, el Cardenal Obando, ha dicho públicamente que él está a favor de la penalización del aborto, pero no del aborto terapéutico?
En todo caso, lo del Estado confesional es una acusación que aún de ser cierta, no haría del actual gobierno sandinista un partidario del neoliberalismo; y ni siquiera del capitalismo: en todo caso, del feudalismo, que es el sistema al cual pertenece la confesionalidad religiosa del poder político (al menos en el mundo occidental, pues en el caso de los países del medio oriente por ejemplo, la situación es un poco distinta). La verdad es que si la derecha y los ex sandinistas que en su momento impidieron la profundización del proceso revolucionario – lo cual fue un factor clave, si no de la derrota electoral de 1990, por lo menos del retroceso estratégico que la misma trajo consigo al proceso revolucionario nicaragüense –; si ellos (la derecha y los ex sandinistas que desde el poder detuvieron el avance de la Revolución) lanzan todo tipo de acusaciones y ataques contra el FSLN, eso es una buena señal de que éste avanza por el camino correcto luego de extraviarse en la década de los ochenta a causa de las posiciones promovidas por quienes ahora precisamente porque la Revolución avanza hacia donde ellos no querían que lo hiciera, es que acusan al FSLN de haberse “desviado”, como acusaban antes a cualquiera que pensara distinto a ellos.
Como se ve, el gobierno del FSLN no solamente se opone al neoliberalismo como modelo específico del capitalismo, sino también a éste como sistema; contrario a lo que ocurre con casi todos sus detractores, incluyendo a quienes lo acusan de ser neoliberal. Pero como dijo Miguel de Cervantes en labios de Don Quijote de La Mancha: “Si los perros ladran… es que cabalgamos”.
http://larepublica.es/firmas/blogs/index.php/carlosfonseca/2010/05/05/ies-neoliberal-el-gobierno-del-fsln-si-l

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