“Mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y nervio de la raza”…… (Augusto Nicolás Calderón Sandino)


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domingo, 30 de diciembre de 2012

La aplastante victoria de Daniel y el FSLN... por Fidel Castro..

Hace 72 horas, el domingo 6 de noviembre hubo una elección general, en la que Daniel Ortega y el FSLN de Nicaragua obtuvieron una aplastante victoria
.
Quiso el azar, que al otro día se cumpliera el 94 aniversario de la gloriosa Revolución Socialista Soviética. Páginas imborrables de la historia fueron escritas por obreros, campesinos y soldados rusos, y el nombre de Lenin brillará siempre entre los hombres y mujeres que sueñan con un destino justo para la humanidad.

Estos temas que son cada vez más complejos, y nunca serán suficientes los esfuerzos que se inviertan para educar a las nuevas generaciones. Dedico hoy por ello, un espacio para comentar este hecho, en medio de tantos que ocurren diariamente en el planeta y de los que llegan noticias por un número creciente de vías apenas imaginadas hace unas décadas.

Debo decir que las elecciones en Nicaragua fueron al estilo tradicional y burgués, que nada tiene de justo o equitativo, ya que los sectores oligárquicos, de carácter antinacional y proimperialistas disponen como norma del monopolio de los recursos económicos y publicitarios, que en general, y de modo especial en nuestro hemisferio, están al servicio de los intereses políticos y militares del imperio, lo cual resalta la magnitud de la victoria sandinista.

Es una verdad que se conoce bien en nuestra Patria desde que Martí cayó en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, para “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. No nos cansaremos nunca de repetirlo, especialmente después que nuestro pueblo ha sido capaz de soportar duramente medio siglo de bloqueo económico sostenido y las más brutales agresiones de ese imperio.

No es sin embargo el odio lo que mueve a nuestro pueblo, son las ideas. De ellas nació nuestra solidaridad con el pueblo de Sandino, el General de hombres libres, cuyos hechos leíamos con admiración, cuando hace ya más de 60 años éramos estudiantes universitarios y sin las maravillosas perspectivas culturales de los que dentro de pocos días, junto a los de la enseñanza media, participaran en lo que ya es hermosa tradición: el Festival Universitario del Libro y la Lectura.

La muerte heroica del héroe nicaragüense que luchó contra los ocupantes yankis de su territorio, fue siempre una fuente de inspiración para los revolucionarios cubanos. Nada tiene de extraño, nuestra solidaridad con el pueblo nicaragüense, expresada desde los primeros días del triunfo revolucionario en Cuba, el 1º de Enero de 1959.

El diario Granma nos recordaba ayer día 8 la caída heroica en noviembre de 1976, apenas dos años y medio antes del triunfo, del fundador del FSLN Carlos Fonseca Amador, “tayacán vencedor de la muerte”, como dice una bella canción escrita en su memoria “novio de la Patria Rojinegra, Nicaragua entera te grita presente”.

A Daniel lo conozco bien; nunca adoptó posiciones extremistas y fue siempre invariablemente fiel a principios básicos. Responsabilizado con la Presidencia a partir de una dirección política colegiada, se caracterizó por su conducta respetuosa ante los puntos de vista de los compañeros de tendencias surgidas dentro del Sandinismo en determinada etapa de la lucha antes del triunfo. Se convirtió así en un factor de unidad entre los revolucionarios y sostuvo constantes contactos con el pueblo. A eso se debió la gran ascendencia que adquirió entre los sectores más humildes de Nicaragua.

La profundidad de la Revolución Sandinista le ganó el odio de la oligarquía nicaragüense y el imperialismo yanki.

Los crímenes más atroces se llevaron a cabo contra su país y su pueblo, en la guerra sucia que Reagan y Bush promovieron desde la presidencia y la Agencia Central de Inteligencia.

Numerosas bandas contrarrevolucionarias fueron organizadas, entrenadas y suministradas por ellos; el tráfico de drogas se convirtió en instrumento de financiación de la contrarrevolución y decenas de miles de armas introducidas en el país ocasionaron la muerte o la mutilación de miles de nicaragüenses.
Los sandinistas mantuvieron las elecciones en medio de aquella desigual e injusta batalla.

A esta situación se añadió el derrumbe del campo socialista, la inminente desintegración de la URSS y el inicio del Periodo Especial en nuestra Patria. En tan difíciles circunstancias y a pesar del apoyo mayoritario del pueblo nicaragüense, expresado en todos los sondeos de opinión, se hizo imposible una elección victoriosa.

El pueblo nicaragüense se vio obligado a soportar nuevamente casi 17 años de gobiernos corrompidos y proimperialistas. Los índices de salud, alfabetización y justicia social instaurados en Nicaragua, comenzaron a descender dolorosamente. No obstante, los revolucionarios sandinistas bajo la dirección de Daniel continuaron su lucha a lo largo de aquellos amargos años, y de nuevo el pueblo recuperó el gobierno, aunque en condiciones sumamente difíciles que exigían el máximo de experiencia y sabiduría política.

Cuba continuaba bajo el brutal bloqueo yanki, sufriendo además las duras consecuencias del Periodo Especial y la hostilidad de uno de los peores asesinos que ha gobernado a Estados Unidos, George W. Bush, el hijo del padre que había promovido la guerra sucia en Nicaragua, la libertad del terrorista Posada Carriles para distribuir armas entre los contrarrevolucionarios de Nicaragua e indultó a Orlando Bosch, el otro autor del Crimen de Barbados.

Una nueva etapa se iniciaba sin embargo en nuestra América con la Revolución Bolivariana en Venezuela y el ascenso al poder en Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina y Paraguay, de gobiernos comprometidos con la independencia y la integración de los pueblos latinoamericanos.

Con satisfacción puedo afirmar además, que la solidaridad de Cuba con la patria de Sandino jamás cesó en el campo de la solidaridad política y social. Debo señalar con toda justicia que Nicaragua fue de los países que mejor utilizó la colaboración de Cuba en la salud y la educación.

Los miles de médicos que han prestado sus servicios en ese heroico país hermano, se sienten realmente estimulados por el excelente uso y el empleo que los sandinistas han dado a sus esfuerzos. Lo mismo puede afirmarse con relación a los miles de maestros que un día en la primera fase del proceso mandaron a las más apartadas montañas para enseñar a leer y escribir a los campesinos. Hoy las experiencias educativas en general, y de modo especial las prácticas de la enseñanza médica derivada de la Escuela Latinoamericana de Medicina, donde se forman miles de excelentes médicos, han sido trasladadas a Nicaragua. Tales realidades constituyen un excelente estímulo para nuestro pueblo.

Estos detalles que menciono no constituyen más que un ejemplo del fecundo esfuerzo de los revolucionarios sandinistas en pro del desarrollo de su Patria.

Lo fundamental del papel de Daniel y la razón a mi juicio de su aplastante victoria, es que nunca se apartó de los contactos con el pueblo y la incesante lucha por su bienestar.

Es hoy un líder verdaderamente experimentado que fue capaz de manejar situaciones complejas y difíciles a partir de los años en que su país estuvo de nuevo bajo la égida del capitalismo rapaz. Sabe manejar problemas complicados de forma inteligente, lo que puede o no puede, lo que debe o no debe hacer para garantizar la paz y el avance sostenido del desarrollo económico y social del país. Conoce muy bien que a su pueblo heroico y valiente debe la arrolladora victoria, por su amplia participación y casi dos tercios de los votos a su favor. Fue capaz de vincularse estrechamente con los obreros, los campesinos, los estudiantes, los jóvenes, las mujeres, los técnicos, los profesionales, los artistas y todos los sectores y fuerzas progresistas que sostienen y hacen avanzar al país. Es a mi criterio muy correcto el llamamiento a todas las fuerzas políticas democráticas dispuestas a trabajar por la independencia y el desarrollo económico y social del país.

En el mundo actual los problemas son sumamente complejos y difíciles. Pero mientras el mundo exista los países pequeños podemos y debemos ejercer nuestros derechos a la independencia, la cooperación, el desarrollo y la paz.

Fidel Castro Ruz
Noviembre 9 de 2011

jueves, 27 de diciembre de 2012

¿Un año de protestas engañados por Gandhi?


Siempre podrá decirse que no fueron suficientes movilizaciones teniendo en cuenta la situación tan mala que atraviesa el país en el terreno económico, social.., pero lo cierto es que en este año que acaba, sí se ha respondido en las calles a las medidas neoliberales del ejecutivo de Rajoy. Muchas de las personas que acuden a las protestas han interiorizado la idea de la protesta pacífica y siempre en el marco de la legalidad impuesta. Parten de la base que sólo la “no violencia activa” es capaz de destruir el régimen, y para eso recogen esa tradición cristiana de poner la otra mejilla a cuanto antidisturbios violento y sediento de sangre recorra las calles. Incluso en los foros se teoriza sobre la utilidad de que la violencia sólo esté de un lado, y que la gente que lucha recurra a un espíritu gandhiano para vencer. Gandhi es de este modo la persona a imitar en las protestas. Sin embargo, hace estos días un año apareció un libro que pone en solfa la figura, las ideas y, sobre todo, lo hecho por el hindú. El filósofo Domenico Losurdo escribió “La cultura de la no violencia” y es recomendable, muy recomendable, aunque los apóstatas de la no violencia se lleven un chasco con su personaje. El propio Le Monde Diplomatique le dedicó en su día esta crítica:


Le Monde Diplomatique

El filósofo italiano Domenico Losurdo vuelve a sacudir con su irreverencia impecablemente documentada y argumentada los patrones históricos preestablecidos, ahora desmitificando la figura de Gandhi. Para comenzar deja en evidencia ese manido recurso de quienes dicen estar en contra de todo tipo de violencia, Losurdo comparte una tesis ya defendida por Alfonso Sastre según la cual si renegamos de la violencia de todo Estado es que negamos el Estado y si denunciamos la violencia de todos los movimientos y organizaciones no estatales estamos solo condenando al más débil. Su objetivo con este libro será “mostrar los dilemas, ‘traiciones’ decepciones y auténticas tragedias con que ha tropezado el movimiento inspirado en el ideal de la no violencia”. Así, Losurdo desmonta el mito pacifista de Gandhi y repasa el compromiso del apóstol indio en el reclutamiento de ciudadanos de su país para el ejército británico en la Primera Guerra Mundial, incluso su iniciativa de unirse a los británicos en sus acciones armadas para sofocar los levantamientos de las colonias zulús en África, lo que muestra que no era tan pacífico ni tan rebelde contra la metrópoli. Ya desde su presencia en Sudáfrica, el objetivo de Gandhi era incorporar a los indios en el grupo social de la élite blanca más que combatir el racismo, como bien muestra el autor en las citas que reproduce de los textos de Gandhi.

Frente a una violencia revolucionaria, reivindicada por Marx, Engels o Lenin, que se enfrenta a la explotación y que condena la Primera Guerra Mundial al considerarla como una matanza de trabajadores contra trabajadores, Gandhi busca el reconocimiento del fuerte poniéndose de su lado. Es lo que Losurdo presenta como la dicotomía cooptación/emancipación. Gandhi, en un primer momento, junto con los laboristas ingleses e italianos, “reivindica la cooptación de la clase obrera en la clase dominante en Occidente, aunque ello signifique avalar guerras y violencias sangrientas en perjuicio de los pueblos coloniales. Una postura que Engels y las corrientes más radicales del movimiento socialista rechazan de lleno”. Una vez comprobado que su estrategia no sirvió y el imperio británico sigue humillando y marginando a sus compatriotas comienza a enfrentarse a la opresión de la raza blanca, condena la industrialización occidental, reivindica la superioridad moral de la India (ahimsa), presenta a Dios de su parte y termina liderando un nacionalismo religioso. De este modo Gandhi incorpora el martirio a su forma de lucha (”Quien pierda su vida, la ganará y quien intente salvarla, la perderá”). Mientras el partido de Lenin lucha con la convicción de actuar en consonancia con la irresistible corriente de la historia, el partido de Gandhi está convencido de poseer la ayuda divina. Tal y como sucede con los feyahidines, la violencia/no violencia de la lucha de Gandhi es, ante todo, una misión moral que se verá premiada con la salvación eterna. Política y religión irán indisolublemente unidas. Su carisma y heroísmo serán su principal patrimonio que le legitiman como líder, de ahí la conmoción social que provocan sus ayunos de protesta.

No acaban aquí la revelaciones audaces de Losurdo sobre Gandhi, encontraremos el ruralismo fascista del líder indio que le lleva a simpatizar con Mussolini (”salvador de la nueva Italia”, “muchas de sus reformas me atraen”) y sus agresiones a Abisinia y Etiopía (”sólo puedo rezar y confiar en que haya paz”). Más tarde se verá su indecisión a apoyar a los aliados contra el nazismo (”no deseo la derrota de Gran Bretaña, pero tampoco la derrota de los alemanes”,”Roosevelt y Churchill son tan criminales como Hitler y Mussolini”).

Losurdo denuncia que los constructores de las historia “han erigido al líder indio en apóstol y mártir de la no violencia frente a los héroes de los movimientos revolucionarios por la emancipación de los pueblos coloniales; y así, inopinadamente, Gandhi se convierte en la antítesis de Mao, Ho Chi Minh, Castro y Arafat”.

Otro mito que desmonta Losurdo es la supuesta eficacia de la “no violencia” de Gandhi en el logro de la independencia de la India. Al fin y al cabo la descolonización de la India se hizo en pleno proceso de descolonización mundial con un imperio británico agotado por la guerra mundial, incluso Irlanda mediante su sangrienta guerra logró la independencia veinticinco años antes. El miedo a repetir esa experiencia, en opinión de Losurdo, es lo que hizo a Inglaterra reconocer la independencia de la India.

No es Gandhi el único “pacifista” que Losurdo desmitifica, también explica cómo Hannah Arendt aplica diferente tabla de medir a la violencia judía contra el nazismo y la de los pueblos coloniales y los negros contra sus opresores.

Otro líder de la no violencia cuya trayectoria ha sido tergiversada por la historia es Martin Luther King. Según nuestro autor, la ideología dominante elogia y canoniza al primer King, al que aspira a conseguir que los negros sean partícipes del “sueño americano”, pero condena al olvido al líder afroamericano que condena el racismo blanco de Estados Unidos y la guerra colonial de Vietnam y expresa su admiración por líderes negros comunistas.

Para terminar Losurdo destapa la farsa en torno al depositario de la herencia pacifista de Gandhi, el Dalai Lama. Mientras se nos presentan el budismo y los monjes tibetanos como sinónimo de no violencia y el comunismo como sinónimo de expansionismo y violencia, Losurdo destapará el pasado de genocidio y exterminio a manos del V Dalai Lama, la teocracia feudal con la que dominaron el Tíbet, los grupos tibetanos adiestrados, armadas y equipados con material bélico de Washington, el racismo y las vocaciones de limpieza étnica de los Dalai Lama, el culto que el Tercer Reich reservaba al Tíbet.

El repaso de estos falsos mitos promovidos por el poder que tiene como estrategia presentar a los rivales de Occidente como la reencarnación de la violencia y a sus amigos como los nuevos “Gandhis”, lleva a Losurdo a denunciar las nuevas políticas de subversión y manipulación de la opinión pública internacional a través de las denominadas “revoluciones de colores”. Es decir, promover rebeliones artificiales mediante el odio religioso, étnico o cultural; financiar grupos minoritarios que activen estas maniobras, magnificar su apoyo popular en los medios de comunicación y establecer paralelismos entre sus líderes y los mitos no violentos consolidados por la manipulación de la historia. Así, la “no violencia”, antes arma de los débiles, se transforma en un arma más a disposición de los poderosos y prepotentes que, incluso desde fuera de la ONU, están decididos a imponer la voluntad del más fuerte. Ahora la proclamación del ideal de no violencia coincide con la apoteosis de Occidente, que se erige en garante de la conciencia moral de la humanidad y se considera autorizado a provocar desestabilizaciones y golpes de Estado.

Losurdo, Domenico. “La cultura de la no violencia”. Península. 2011. Traducción de Helena Aguilà
el insurgente org


El revolucionario

"... sean capaces de sentir en lo más profundo cualquier injusticia, cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo, pués es la cualidad más linda de un revolucionario..."

Ernesto Guevara de la Serna - Che

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