Santa Marta, Santa Marta tiene tren, musiquean los musiqueros, bailotean los bailanderos, Santa Marta tiene tren pero no tiene tranvía; y en plena fiesta Rigoberto López Pérez, poeta, dueño de nada, voltea de cuatro balazos al dueño de todo.
Un avión norteamericano se lleva al moribundo Tacho Somoza a un hospital norteamericano, en la zona norteamericana del canal de Panamá, y en lecho norteamericano muere. Después lo entierran en Nicaragua, con honores de Príncipe de la Iglesia.
Somoza llevaba veinte años en el poder. Cada seis años levantaba por un día el estado de sitio y celebraba elecciones que lo confirmaban en el trono. Luis, el hijo mayor, el heredero, es ahora el hombre más rico y poderoso de América Central. El presidente Eisenhower lo felicita desde Washington.
Luis Somoza se inclina ante la estatua de su padre, héroe de bronce que galopa, inmóvil, en pleno centro de Managua. A la sombra de las patas del caballo, pide consejo al fundador de la dinastía, guía del buen gobierno, multiplicador de cárceles y negocios; y después cubre de flores su tumba monumental.
Burlando la vigilancia de la guardia de honor, la mano de alguien, mano de todos, ha garabateado de apuro este epitafio sobre el mármol de la tumba: Aquí yace Somoza, algo más podrido que en vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
“El Sandinista debe tener un auténtico espíritu crítico, ya que tal espíritu de crítica constructiva le da consistencia mayor a la unidad y contribuye a su fortalecimiento y continuidad, entendiéndose que una crítica mal entendida que expone la unidad, pierde su sentido revolucionario y adquiere un carácter reaccionario.”
Comandante Carlos Fonseca Amador.
*Tus comentario son bienvenidos –todos-, solo pedimos que mantengas el respeto…