“Mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y nervio de la raza”…… (Augusto Nicolás Calderón Sandino)


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sábado, 7 de agosto de 2010

Un cubano en Hiroshima.

Se ha cumplido un aniversario más de uno de los mayores genocidios cometidos contra los pueblos –el ataque a Hiroshima y Nagasaki, que nunca ha sido reconosido como tal- en nombre de la “justica, la paz y la libertad”. Aquí un artículo al respecto de Inti Timaini para Insurgente.org; el artículo:

Yukio Minato, un inmigrante japonés que se estableció en Cuba, en la actual isla de la Juventud, en el siglo pasado, decidió enviar a su hijo Toshio a Japón. No se sabe bien si lo hizo para que Toshio se reencontrara con sus raíces o por cualquier otro motivo.
El cubano Toshio Minato, se encontraba en Hiroshima aquel fatídico 6 de agosto de 1945, cuando la bomba explotó a las 8:15 de la mañana. Toshio logró sobrevivir al horror, pero nunca más pudo ver a sus padres.
Hace unos nueve años regresó a Cuba y se reunió con sus familiares en la isla de la Juventud. Allí contó que sufrió graves quemaduras de las que tardó mucho tiempo en curar.
Las imágenes que Toshio Minata pudo ver son bien conocidas: madres calcinadas en posición fetal, intentando proteger a sus hijos, cadáveres de los niños de una escuela, con la piel completamente roja, que, intentando aliviar sus terribles dolores, se habían arrojado de cabeza a unos pilones de agua. De esos niños solo podía verse el tronco y las piernas, rígidas, estiradas hacia arriba.
Tres niños estaban sentados en un lugar con horribles quemaduras. Uno de ellos tenía en su mano uno de sus ojos que, a causa de la enorme diferencia de presión provocada, en un instante, por la explosión, se le había salido de la órbita ocular. Enormes incendios, avivados por el viento originado por la explosión, se adueñaron de la ciudad.
El artefacto criminal estalló, intencionadamente, a unos 600 metros de altura. Estaba planeado que ocurriera así para que aumentara la destrucción. Cuanto mayor fuera el número de personas eliminadas, tanto mejor. En Hiroshima, con una población de 400 000 habitantes, murieron unas 70 000 personas en el primer momento y decenas de miles en los días posteriores. Enterados de sus efectos, pero, al parecer, no satisfechos del todo, los norteamericanos arrojaron una segunda bomba sobre la ciudad de Nagasaki.
En este punto, finaliza la pequeña historia de Toshio Minata pero no la de Estados Unidos. Años más tarde, el Imperio arrasó Corea y después Vietnam, causando millones de muertos, la mayoría debido a los efectos de terribles armas químicas. Actualmente, en Irak, se lleva cobradas las vidas de unas cien mil personas, víctimas inocentes de una agresión brutal. Además, por si no fuera bastante, está preparando un ataque nuclear preventivo contra Irán.
Estados Unidos es el mayor enemigo de la Humanidad. Al día de hoy aún no ha pedido perdón por el mayor genocidio perpetrado en toda la historia, un genocidio infinitamente superior, en proporción, al cometido por Hitler. Tarde o temprano, el Imperio tendrá que rendir cuentas por ello, y su pueblo obligado a desfilar ante una enorme hilera de millones de cadáveres, resultado macabro de la política de sus Gobiernos pasados y futuros, sean éstos demócratas o republicanos. Ni con mil torres gemelas¹ podrá pagar jamás sus monstruosos crímenes.

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1Entendemos y asumimos que el pueblo estadounidense no es el culpable de la políticas de los oligarcas y grupos de poder…

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