Puedo decir, que lo que considero mis viajes me han llevado a múltiples naciones, a bellísimos lugares, en donde he estado en contacto con pueblos ancestrales y otros que no tanto, pero igualmente entrañables, he conocido a personas que puede explicar la existencia con una simple mirada, una que encierra todas la naturaleza del ser…, pero también a individuos que podemos considerar de lo más despreciable de nuestra especie, sujetos que son paridos por la distorsión del poder y del sistema imperante que nos oprime.
Ocurre que recientemente me vi en la necesidad de viajar a Colombia, todo discurrió en los habituales trámites y procedimientos; había decidido de que era una gran oportunidad para dar respuestas objetivas a mis preguntas sobre esa sociedad, del modo en que se transmiten las noticias desde los locales medios de comunicación, de las desapariciones sistemática de dirigentes sindicales –el 60% de las globales ocurren en esta nación-, y por supuesto de la percepción social del conflicto militar que ocurren en ese suelo, así como del nuevo proceso que está ocurriendo en Latinoamérica… En fin, una serie de cuestiones con las que pretendía comprender y dar forma a todo lo que acontece en ese hermano país, hoy secuestrado por los poderes mediáticos y superlegalísticos que emanan de los estamentos burgueses y oligárquicos que concentran el poder en su absoluto favor…
Al llegar al aeropuerto me dirigí a inmigración, y allí estaba aquel efectivo del DAS –policía política- que destruiría todos aquellos propósitos formulados en el trayecto, pidió mi pasaporte, y casi sin verlo me dijo:
-DAS: Eres nicaragüense.
-Pedro: Claro (el pasaporte lo pone.)
-DAS: ¿Cómo se llama tu presidente? ¿Correa?
-Pedro: Ortega.
-DAS: Ah, el de San Andrés; vos no pasas… (Se podía percibir en aquel sujeto una rabia incontenible por mi nacionalidad)
Ya no me dijo ni una sola palabra, se aproximó el que presumo era su superior y me pidió le acompañara… Entonces me comentó que requería de un visado para ingresar y dado que no lo poseía sería devuelto -tuve la impresión que se debía a otras motivaciones-… Traté de alcanzar un acuerdo, le transmití que era un viaje largo y que tenía entendido que al residir en un país perteneciente al tratado Schengen no requería de esos trámites administrativos… Al sujeto no le gustó mi réplica, al final pasé 5 hrs en una sala de detención, desprendido de todo derecho, casi como un reo, en fin, se me impidió la entrada pero no la voluntad de incursionar en la realidad de ese país que hoy se encuentra completamente alienado por métodos coercitivos y altamente militarizado –por los cuerpos castrenses nacionales e internacionales (EEUU)- para impedir se forme un voluntad colectiva dispuesta a transformar la realidad que les oprime…
Me quedo con la certeza de que aquel hombre –el del DAS- también es una víctima, por aquello de que nos han enseñado a creernos distintos, diferentes, que pertenecemos a una nación y que la misma explica todas las esencias del colectivo y la individualidad -la creemos genuina-, que explica todo lo imaginable, todo lo que se nos ha inculcado, nos desarrollan un sentido de pertenecía a una idea de nación creada con el fin único de distorsionar el pensamiento, y de hecho ocultar la realidad tras tanto absurdo -somos iguales-; me temo que lo han conseguido –salvo honrosas excepciones-, pocos nos cuestionamos del porqué de esa pertenencia, del porqué de la necesidad de sentirnos distintos de otros seres humanos nacidos tras las fronteras que nos dividen y creadas al fin, del porque tras esa línea divisoria imaginaria, esa que solo existe en los mapas, todo sujeto humano debe de ser ajeno…
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“El Sandinista debe tener un auténtico espíritu crítico, ya que tal espíritu de crítica constructiva le da consistencia mayor a la unidad y contribuye a su fortalecimiento y continuidad, entendiéndose que una crítica mal entendida que expone la unidad, pierde su sentido revolucionario y adquiere un carácter reaccionario.”
Comandante Carlos Fonseca Amador.
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