Por Pedro José Madrigal Reyes.
Cuaderno de Viajes
Preguntó: ¿Cómo has llegado al sandinismo?
Que decirte… Nací en un hogar humilde como lo hacen la mayoría de nicaragüenses…, en donde las carencias de bienes materiales necesarios para la vida son sustituidas por la imaginación, y por la esperanza de que se produzca la transformación absoluta de las relaciones sociales… Con la revolución esa realidad envolvente se atenuó y los postergados pudimos gozar de algunos derechos hasta entonces inimaginables… Entre ellos el magnífico derecho a la educación gratuita...
La casa de mi familia era de ‘ripio’, con unas grandes rendijas que en la época fría de Estelí te hacían sufrir lo inimaginable, tenía unos veinte metros cuadrados, construida en terrenos confiscados –la famosa piñata-. Siempre teníamos visitas…, a mí me tocaba dormir en un canasto, de esos que usan las mujeres del mercado; todo enrollado… y la verdad es que me gustaba dormir en el jodido canasto…, lo tomaba como un juego; la imaginación infantil es muy fértil.
Es así que ocurre que cuando tú ibas a la primaria por calles pavimentadas con tus zapatitos de ‘charol’ limpio, relucientes, de la mano de alguno de tus progenitores; yo lo hacía casi o descalzo por unos lodazales que a las ‘bestias’ les costaba sortear -¿vos sabes cómo es el barrial negro?-, siempre solo, mis viejos trabajaban para conseguir el precario pan… Recuerdo que tenía unos zapatos ‘burros’ suelo de llanta que me duraron como diez años -era más cómodo ir sin ellos-, talla ‘crecedores’ e indestructibles…, ahora que recuerdo me los hizo un vecino que se llamaba Manuel Díaz, un histórico del FSLN cuyo padre había estado a las órdenes del general de hombre libres como soldado del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, ‘Pelota’ le decían los amigos, yo Don Manuel, y si quieres que te cuente una cosa, el –como tantos otros- murió por el abandono que sufrió el sistema sanitario durante el neoliberalismo… La verdad, es muy triste que le haya ocurrido esto a un hombre entregado a las luchas por la liberación de Nicaragua…
En esta época siempre me llamó la atención que a mi casa no llegara el ‘chele’ del trineo…, recuerdo que mi primer juguete fue un carrito que me regaló mi padrino –un ‘maje tuani’ que ya murió, Juan Hernández, el era de raza negra, mi papa Noel negro venido de la costa Caribe-, no sé si por el compromiso, pero el jodido era de plástico reciclado y tenía un ‘vergo’ de colores, yo lo veía lindo; pasaron muchos años hasta tener otro, una pelota roja y negra que me regaló el FSLN que no quería quitarle el envoltorio para que no se ‘dañara’, y no sé si el tercero fue un bate de plástico que compartía con mis hermanos…
‘Fijate’ como es de arrecha la pobreza que varios cumpleaños ni me acordé que pasaron hasta como el mes…, y la verdad es que al margen de la precariedad, es la época más linda de mi vida…
Aquí comenzó mi formación ideológica, mis padres se preocuparon de que así fuera… de hecho, yo conocí a Carlos Fonseca Amador a través de los ojos de mi familia…, dice mi ‘papa’ –creo que el único que le conoció y la persona que conozco que más admira al comandante Fonseca- que la fuerza moral que el comandante irradiaba es inalcanzable para nosotros, que la comprensión desarrollada por él está en otra dimensión del pensamiento humano…
En la secundaria las cosas no cambiaron, vos lo hiciste al colegio con tus magníficos uniformes planchados impecablemente por alguna mano proletaria como la mía, yo fui al instituto que quedaba allá lejos, en la salida a Managua (INFLE), subiendo ‘la cuesta de la vergüenza’, si allí, cerca de donde ‘La Abuela’, aquella viejecita que vendía chicha a los estudiantes y demás fauna –sólo eso éramos para tu mundo- allá por la poza del ‘calzón’; y si conocí un colegio fue porque la fortuna me tendió la mano…
Que fregado era mirar a los compañeros ‘lanzándose’ sus refrescos, sus ‘tajadas’, etc…, y vos ni un ‘peso’ en el bolsillo, ni para caramelos…, alguna vez sí, pero eso eran los pocos días afortunados… ‘Recordá’ que en esa época después de la derrota del noventa, los sandinista fuimos discriminados hasta límites terribles… Ahora mismo se me viene a la cabeza que para un 16 de julio –día de la liberación de Estelí-, me habían dado unos ‘rialitos’, y me fui a jugar ‘nintendo’ allí cerca del parque central, y una señora gorda como de sesenta años, yo de unos trece, no me dejó entrar porque llevaba una camiseta que tenían una imagen del comandante Ortega con el puño en alto…
De mi primer viaje a la universidad tengo un recuerdo imborrable, yo viajaba solo por vez primera a León –es la ciudad natal de mi padre-, tenía dieciséis años y la firme voluntad de convertirme en médico, era de madrugada recuerdo…, ese día me levante más temprano que de costumbre, me preparé y luego de despedirme me marché. La casa de mis padres queda a tres cuadras y media de la carretera panamericana, cuando llegué a la carretera volví la vista atrás, y allá lejos entre las sombras aún veía la silueta de mi madre… Sin mentir, derrame unas lágrimas allí... y estoy seguro que ella también me acompañó… Tuve la convicción en aquel momento de que era el inicio de una nueva vida como efectivamente fue…
Volviendo al tema; en la universidad las cosas se agudizaron, mientras yo vivía en el internado de la ‘PREPA’ continuando mi doble vida –estudiante/trabajador-, involucrado en las luchas por la defensa de aquel derecho heredado por una revolución triunfante, siempre amenazado por los gobernantes neoliberales; vos descubrías el mundo universitario desde una óptica completamente distintas... Con decirte que en las vacaciones viajaba a Costa Rica a trabajar para comprarme libros y demás enceres necesarios para mi formación… Los ticos me discriminaron doblemente –al menos los que conocí-, primero por sandinistas y luego por nica; un tipo de apellido Barquero que conocí en Punta Arena me dijo una vez: “… deberíamos de haberles quitado hasta el lago a estos…”
Y mira hasta donde llega la necesidad de transformar el pensamiento, los valores, de hacer una revolución cultural; durante el internado en el 2001… en el hospital regional de Estelí… Había llegado una muchacha que no pasaba de los 17 años con un niño enorme –bien gordito pero desnutrido- de unos 9 meses…, el niños llegó bien enfermo…, creo recordar que tenía neumonía; la verdad es que estaba muy grave y efectivamente murió, la madre desconsolada ante la perdida… y todo lo que envuelve una situación de esas características; y en medio del dolor al facultativo jefe solo se le ocurrió decirle a la muchacha que era su culpa por haber alimentado al menor con alimentos pobres en proteínas…, aquel tipo afiliado al PLC olvidó que la realidad de aquella joven, y de Nicaragua en aquel momento, era la causa de todos aquello; que era madre soltera, iletrada, que vivía en el campo, que sólo podía alimentar al menor con sorgo…, que ella misma estaba desnutrida, que no tenía capacidad alguna de garantizar al niño una alimentación de calidad…, que todo eso lo habían generado los gobernantes de su espectro ideológico.
Antes que se me olvide, fíjate que para esa época me involucré en muchas brigadas médicas, la verdad es que la primera lo hice como estudiante en el noventa y ocho, para la época del Mitch, pero tuve que dejarla casi de inmediato por cuestiones que condicionarían mi vida para siempre… La cuestión es que en una de esas brigadas nos presentamos de voluntarios con unos compas para ir a Matagalpa, allí ‘por el lado’ de Zinica, a vacunar…, pues resulta que el gobierno de Alemán sólo nos envió 9 vacunas y el censo indicaba que había 721 niños por inmunizar…, ese número me lo aprendí… y no lo olvidaré nunca... Eso fue uno de tantos crímenes cometidos por el neoliberalismo de Violeta, Alemán y Bolaños en contra del pueblo nicaragüense…
Como has visto, he crecido viendo los estragos de la desigualdad; la vida que me ha tocado vivir me ha permitido ver muchas realidades… ‘Fijate’ como son las cosas, con unos 11 años leí un libros que tenía mi padre y que a lo mejor vos ya leíste, “Así se templo el acero” se llama, ese libro me marcó tanto que se lo ‘robé’, yo creo que él no sabe que yo lo tengo; la cuestión es que desde ese momento soñé con tener la determinación de Pável Korchaguin.
Que ‘rico’ es olerte la piel y sentir que huele a pueblo…, a pueblo rebelde…, a glorioso pueblo sandinista.
En fin, la vida es mi escuela ideológica. Sin olvidar ni por un momento que Nicaragua solo va a ser cuando nuestros niños no vivan más de ese modo…
Nací sandinista y siempre seré sandinista; no entiendo la vida de otro modo.
Nota:
*Quise contar como cuenta mi gente…
Militante Sandinista
Comité de Solidaridad Sandinista
Casa Sandino
sandinovive.info
PLOMO
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“El Sandinista debe tener un auténtico espíritu crítico, ya que tal espíritu de crítica constructiva le da consistencia mayor a la unidad y contribuye a su fortalecimiento y continuidad, entendiéndose que una crítica mal entendida que expone la unidad, pierde su sentido revolucionario y adquiere un carácter reaccionario.”
Comandante Carlos Fonseca Amador.
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