Le pregunté a la jefa de la policía Comisionada Aminta Granera, cuántos policías habían sido lesionados en las marchas del 2 de abril. Trece muchachas policías- cuatro de ellas fracturadas – y cinco varones. No se lanzó una sola bomba lacrimógena, ni una sola bala de goma. Nosotros hicimos una valla humana que fue violentada por los manifestantes, agregó. Los nombres de las heridas son: Sub-comisionada Hilda Murillo Silva, Capitán María Ermelinda Rugama Hernández, Capitán Nery Lorena Portobanco, Teniente Johanna de Los Angeles Lugo López, Teniente, Martha Lizette Irias Aguilar, Inspectora Miriam Margarita García, Inspectora María Auxiliadora Barillas Pineda, Inspectora Ligia Baltodano Quintero, Sub-oficial Teresa Matamoros Sequeira, Policía Oneyda del Socorro Arias Simón, Cadete acapol Francis Mora, Estudiante acapol Cándida Pineda, Estudiante acapol Dayana López. Comisionado Marcial Arauz González, Comisionado Santos Alfonso Salinas Rojas, Capitán José Luis Vargas, Teniente Sergio Aburto, Sub-inspector Bismarck Antonio González Parrales. Todos hospitalizados.
De los manifestantes: ni un herido, dos chineados.
Escribo lo anterior apropósito de un artículo dl excelente columnista de El Nuevo Diario, Edwin Sánchez: “¿Aminta Granera o un Alesio Gutiérrez?”
¿Qué hubiese pasado - pregunto con cordura histórica - si al frente de la policía hubiese estado Alesio Gutiérrez?. La policía de Alesio no hubiese usado balas de goma ni bombas lacrimógenas, habría disparado balas de guerra contra los opositores. No se requiere valor, más bien una calenturienta cobardía, emprenderla a pedradas y a palos contra un grupo de mujeres desarmadas, a sabiendas que apenas se defenderían con las manos vacías. Y aunque parezca una nota surrealista, hablan, escriben, vomitan con horrible desfachatez de la brutalidad policíaca.
Qué clase de valor se requiere cuando se sabe que no serán despellejados vivos como lo fue Orlando Flores en Pancasán? ¿Qué clase de valentía se necesita cuando se conoce de previo que no serán encarcelados y no pasarán nueve meses esposados, encapuchados y golpeados a como le sucedió al suscrito durante el gobierno Somocista o no serán ametrallados a como ocurrió con los manifestantes del 23 de Julio de 1967 en Managua con el saldo de centenares de muertos?
Conocí el caso de un joven estudiante de Masaya, de nombre Rommel, que se orinaba en los pantalones apenas miraba un guardia nacional.
¿Miedo? ¿Miedo a qué y a quienes? En su valentía extrema un antiguo miembro de la Dirección Sandinista, conocido porque siempre eludió el combate con el enemigo amenaza con una rebelión. En su valentía a prueba de golpizas que jamás sufrieron dicen que les tenemos miedo porque ellos no tienen miedo. Miedo tuvieron muchos de ellos durante la tiranía somocista cuando existía la certidumbre de ser asesinados si se rebelaban contra Somoza. Algunos fuimos capaces de superar ese miedo con consecuencias conocidas. ¿Qué miedo pueden tener los dirigentes opositores – y los opositores en general – cuando no existe ni la más remota posibilidad de ser agredidos, torturados, exiliados o encarcelados?
Eso del valor temerario de los heroicos contrincantes, pareciera una broma de mal gusto o una truculencia verbal de difícil traducción a otro idioma.
Miedo. Por favor. ¿A quién? ¿ A quiénes? ¿A las frágiles y jóvenes policías desarmadas? ¿a Arrechavala? ¿o a su propio miedo?
De los manifestantes: ni un herido, dos chineados.
Escribo lo anterior apropósito de un artículo dl excelente columnista de El Nuevo Diario, Edwin Sánchez: “¿Aminta Granera o un Alesio Gutiérrez?”
¿Qué hubiese pasado - pregunto con cordura histórica - si al frente de la policía hubiese estado Alesio Gutiérrez?. La policía de Alesio no hubiese usado balas de goma ni bombas lacrimógenas, habría disparado balas de guerra contra los opositores. No se requiere valor, más bien una calenturienta cobardía, emprenderla a pedradas y a palos contra un grupo de mujeres desarmadas, a sabiendas que apenas se defenderían con las manos vacías. Y aunque parezca una nota surrealista, hablan, escriben, vomitan con horrible desfachatez de la brutalidad policíaca.
Qué clase de valor se requiere cuando se sabe que no serán despellejados vivos como lo fue Orlando Flores en Pancasán? ¿Qué clase de valentía se necesita cuando se conoce de previo que no serán encarcelados y no pasarán nueve meses esposados, encapuchados y golpeados a como le sucedió al suscrito durante el gobierno Somocista o no serán ametrallados a como ocurrió con los manifestantes del 23 de Julio de 1967 en Managua con el saldo de centenares de muertos?
Conocí el caso de un joven estudiante de Masaya, de nombre Rommel, que se orinaba en los pantalones apenas miraba un guardia nacional.
¿Miedo? ¿Miedo a qué y a quienes? En su valentía extrema un antiguo miembro de la Dirección Sandinista, conocido porque siempre eludió el combate con el enemigo amenaza con una rebelión. En su valentía a prueba de golpizas que jamás sufrieron dicen que les tenemos miedo porque ellos no tienen miedo. Miedo tuvieron muchos de ellos durante la tiranía somocista cuando existía la certidumbre de ser asesinados si se rebelaban contra Somoza. Algunos fuimos capaces de superar ese miedo con consecuencias conocidas. ¿Qué miedo pueden tener los dirigentes opositores – y los opositores en general – cuando no existe ni la más remota posibilidad de ser agredidos, torturados, exiliados o encarcelados?
Eso del valor temerario de los heroicos contrincantes, pareciera una broma de mal gusto o una truculencia verbal de difícil traducción a otro idioma.
Miedo. Por favor. ¿A quién? ¿ A quiénes? ¿A las frágiles y jóvenes policías desarmadas? ¿a Arrechavala? ¿o a su propio miedo?
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“El Sandinista debe tener un auténtico espíritu crítico, ya que tal espíritu de crítica constructiva le da consistencia mayor a la unidad y contribuye a su fortalecimiento y continuidad, entendiéndose que una crítica mal entendida que expone la unidad, pierde su sentido revolucionario y adquiere un carácter reaccionario.”
Comandante Carlos Fonseca Amador.
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