Los cachorros lucharon para que los poetas escribieran en Nicaragua.

Por Silvio Palacios.

Como existen las palabras raras y los poetas locos, como tales, existieron los dinosaurios y aún amaron, en llanos altos para morir enterrados en años, y salir en diarios de obreros, como historias verdaderas confusas; como tales existió el amor en tiempos raros, y aparecieron los que se apañaron con él, y los que vivieron por él, y los que callaron jamás, terminando plantados por sentimientos de infinita mentira; como tales existió la guerra, sucia, macabra, llena de humildes correosos a la muerte, raros eran y se parecían a los anteriores, llamados obreros, y aún murieron, sin levantar la voz, más solo el fusil, sufrieron condenados llenos de mantas invisibles, con las que se cubrieron de fríos, sino pregúntenle a las rosas sobre los campos, que también lloraron por esa muerte, si lo piensas, que raro muere al que se oprime bajo el frío y contento el que muere defendiendo su causa.

Como tales existió el odio, el cantor y el amado, en tiempos de guerra, oprimidos por la tranquilidad, por el dictador y por la mujer que no amó, sino pregúntenle a las cien guitarras que no callaron o a estas palabras cancaneadas, espaciales y nada verdaderas, no son raras y no las dicen los poetas locos, las dicen los que sufren y cantan por las calles, en la competencia perfecta con los ruiseñores; como tales existieron los solitarios, los soñadores y los contentos, en plazas llenas de hormigas, rodeando los sueños del niño que se contentó, porque había nacido en época de post guerra.

Ahora yo, como tal, escribo de semana en semana, por esos tales, y esos cuales, con este lápiz que pinta la cruz de la vida y de la muerte, y su rojo es amargo, pobres los tales y felices los cuales, y yo aún, me parto de feliz y de pobre, sumiso en la mente del recuerdo, ya no existo, pero soy yo, el que vivió, vive y vivirá de época en época, con esos tales y esos cuales, para nunca encontrar la diferenciación, porque el que dictaba dejaba ciego y el que oía, se adormecía, feliz era en mi ceguera caminando para no oír, y aún vivo, muerto, pero insisto, aún vivo, qué difícil es ser ángel y rodearme de los cachorros muertos y de los viejos, ¿por qué no?, de los viejos.

Desde esa vida mínima, entrada en años que se agotan para morir, en el recuerdo del que aún vive joven, que raro es decirlo, si vivió o si no, como joven, como viejo, ¿y por qué no? como mujer, aún más raro es decir porqué murió el que tenía que morir, por la causa, fuerte causa, porque causó que no este, y que no haya amado; hombres de legados cortos, mujeres llenas de su muerte que aparentan legados largos, porque aún se les recuerda por los hijos que dejaron, cómo no recordarlas, si eran mujeres.

Adiós poetas locos, endiosados por sus cuervos y por sus niños, que los pican y los vomitan a la vez, poetas burgueses de palabras raras y amnesia prolongada, que en mil poemas olvidaron al joven bien muerto, que lucho en campo, en agua, en aire, y en pensamiento, cuando eran tristes poetas principiantes, como si no supiéramos el principio, como si no especuláramos el final, como si la corbata no fuera la misma, con la que declamaron la traición al obrero que tembló, recuerden que murió de frío, para que se sentaran a escribir, que los esfuerzos no sean en vano y que la sangre termine de secar; adiós poetas, santa paz sin perdón para ustedes, santa paz para el cachorro fusilado de alegría que defendió la clase pobre, ¿y por qué no? santa paz para mí, que soy amigo del redentor y del redimido, y por favor al cielo, poetas niños burgueses principiantes de hoy, limpien sus vomitadas a los poetas locos y de paso la de los cuervos, aprendan a desempolvar las verdades, antes de confesarse en el próximo libro, si no mejor naveguen hacia Solentiname, que ahí todavía hay bendiciones, que pueden cambiar por los verdaderos recuerdos de la historia.