El caso de Mark Kennedy, agente de Scotland Yard, que estuvo 10 años infiltrado entre grupos ecologistas y anarquistas, no hace más que aportar una nueva prueba a lo que en realidad es la habitual participación de las fuerzas de seguridad del estado en la organización de actos violentos para desacreditar a la izquierda.
El policía Mark Kennedy no sólo actuó como observador, sino como provocador de las protestas que luego la Policía debía reprimir, según han denunciado sus antiguos compañeros de marchas.
Lo particular de este caso es que cuando fue descubierto, su mala conciencia hizo que llorara y pidiera perdón, y que decidiera "cambiar de bando", es decir, testificar a favor de los acusados por los actos provocados por la policía.
Desde entonces, y gracias al diario The Guardian, se ha sabido de otros dos infiltrados, el último un agente que formaba parte de un grupo anarquista de Gales desde 2005.
En octubre de 2010, algunos activistas encontraron un pasaporte con el verdadero nombre de Kennedy y, tras diversas pesquisas, se enteraron de que era policía desde 1994. Desde entonces desapareció para siempre de los grupos a los que pertenecía. Sin embargo, y tras los inicios de un juicio contra algunos acusados antes de la ocupación de la escuela de Nothingham, en la que él mismo participo fomentando los actos violentos (y en la cual 114 personas fueron detenidas) contacto con sus abogados y se ofreció a ayudarles, haciendo públicas sus actividades dentro de los grupos y denunciando a otros policías infiltrados.
Así, en una de las grandes protestas antiglobalización llevadas a cabo en el Reino Unido durante la cumbre del G20 de 2005, Kennedy fue “una figura clave” y contribuyó a aumentar los disturbios al transportar a un grupo de manifestantes en su furgoneta hasta el lugar de la cumbre. En 2009 ayudó a reclutar activistas para irrumpir en una central de carbón de Nottingham y paralizarla. El día antes de la acción, cuando los implicados la preparaban en una reunión, la Policía apareció por sorpresa y detuvo a una veintena de personas. Un grupo ya fue condenado y otro iba a ser juzgado ahora.
Claro que tras la sorpresa, y la presentación de pruebas que demostraban la presencia de "agentes provocadores" de la policía, el juicio no siguió adelante, ya que la fiscalía prefirió retirar los cargos para evitar que se divulguen mas detalles indeseados (que los habrá y muchos).
La moraleja, además, por supuesto, de que hasta algunos miembros de los cuerpos represivos pueden tener mala conciencia cuando el estado les hace transgredir la ley, aunque haya pocos casos, es que la próxima vez que veamos a un grupo de activistas sociales rompiendo cristales, quemando contenedores, nos preguntemos si habrá un "agente del orden" a la cabeza para justificar la criminalización de los que en vez de quedarse a ver la tele o a jugar a la consola en casa salen a exigir más democracia o a luchar por sus derechos.
Tomado de Cuestionatelotodo.
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