Martes, 08 de Junio de 2010 07:41 El 19
Ya no más niños picando piedras
Una humilde vivienda de piso de tierra, forrada de láminas de zinc, ripios de madera y plástico negro, es el refugio que tiene contra la intemperie Maritza del Socorro Gómez, de 39 años, una madre soltera con siete hijos y dos nietos. Esta casita, ubicada en el asentamiento 19 de Julio, en Chinandega, no es más que un cuarto de unos diez metros cuadrados que sirve de habitación a sus ocupantes.
Durante muchos años, Maritza del Socorro se dedicó a triturar piedra con un mazo de más de dos kilos de peso, pese a que su complexión física no es la ideal para realizar ese tipo de actividad.
Cuatro de sus siete hijos, los más mayorcitos, la ayudaban a picar piedra, para entre todos echarle la vaca y ganarse los tres córdobas que cuesta pulverizar el equivalente a un bidón de piedra.
Era un trabajo de lunes a domingo, sin derecho a vacaciones ni a seguro social. No tenía permitido enfermarse, no podía darse ese lujo. Si no trabajaba no ganaba y sus hijos no comían. Esa fue la herencia que le dejó su marido cuando la abandonó a su suerte con sus hijos.
Uno de sus hijos casi pierde la mano izquierda de un golpe que se propinó con el mazo, el golpe fue grave y aunque milagrosamente se evitó la amputación, la mano le quedó lisiada. Su patrón, con el corazón como las piedras que picaban los niños, no se compadeció de la humilde familia y no le dio ni para una aspirina.
Pero eso ya terminó. Las manos callosas y con cicatrices, producto de los golpes desacertados de Maritza del Socorro no volverán a tocar nunca más el pesado mazo, ya que el gobierno revolucionario trabaja en la restitución de sus derechos y su dignidad como ser humano, mujer y madre.
“Estamos muy contentas porque ya no vamos a trabajar quebrando piedras porque eso es muy pesado, más para las mujeres y los niños. Pero gracias al gobierno que nos está apoyando ahora los chavalos pueden ir a estudiar y yo estoy aprendiendo a coser”, expresó doña Maritza del Socorro Gómez.
Más de treinta y cinco niños son beneficiados con el programa “Del trabajo a la escuela”, el que consiste en que los niños se retiren de ese trabajo e insertarlos en el sistema escolar.
Este programa se realiza con el apoyo del Ministerio del Trabajo, el Ministerio de la Familia, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Salud y los gabinetes del Poder Ciudadano.
Se les brinda, además de los cuadernos, libros y útiles escolares, atención médica y se les da alimentos en la escuela.
“Estamos restituyéndoles el derecho a estos niños y niñas a ser felices y de estar en donde deben de estar: que es en la escuela. Esta es la voluntad política expresada del gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional y del comandante Daniel Ortega Saavedra, quien ha orientado este mandato que los niños no deben de trabajar, sino estar en la escuela”, expresó la titular del MITRAB, compañera Jeannette Chávez Gómez.
También está involucrado el Instituto Nacional Tecnológico, (INATEC), que se encargará de capacitar a las madres de estos niños, quienes aprenderán costura y tendrán una cooperativa.“Esto es devolverles la dignidad, darles un trabajo digno a estas madres que por muchos años se dedicaron a picar piedras. Los gobiernos neoliberales, irresponsablemente nunca atendieron este problema, no le dieron la debida respuesta”, dijo Chávez Gómez.
La alcaldía del Poder Ciudadano de Chinandega ya acondicionó el local, ubicado en el Mercado Municipal, en donde estará ubicado el taller de estas madres.
La titular del MITRAB señaló que el acompañamiento será hasta que ya estén comercializando sus productos.
El picar piedra está catalogado por el MITRAB como una de las peores formas de trabajo infantil y que representa un gran peligro.
Niños agradecidos
“Agradezco mucho al presidente Daniel Ortega Saavedra porque no está apoyando, no se olvidó de nosotros los niños que quebrábamos piedras. Ese un trabajo muy duro, es bien cansado y siempre nos golpeábamos las manitos y cuando llegábamos a la casa nos dolía la espalda”, dijo Jessica de los Ángeles Ulloa González, de 15 años.
Jessica es una de los catorce niños que anteriormente trabajaban picando piedras y que ahora estudian en la Escuela El Naranjo.
“Ahora nos están ayudando con los estudios, nos dan los útiles y a nuestras mamás les están enseñando costura, para que tengan un oficio y dejen de trabajar picando piedras”, añadió esta niña que desde los ocho años se dedicó a esa dura labor, en compañía de su hermano mayor y su mamá.
Recordó que muchas veces pasaron serias necesidades porque si la piedra que trituraban no era vendida, el patrón no les pagaba.
Carolina Pineda Mercado, tiene ocho años, aunque aparenta unos cinco. Es de tamaño pequeño y delgadita, pero aún así le ayudaba a sus padres a picar piedra. Aunque no llegaba ni a picar la mitad de un bidón de piedras, contribuía a la obtención de un poco de dinero para el sustento diario.
“Mucho me golpeaba los dedos con ese mazo, es bien pesado y terminaba toda adolorida, y a mí no me gustaba ir a trabajar además porque quería ir a jugar con mis amiguitas”, dijo Carolina.
Ya no más niños picando piedras
Una humilde vivienda de piso de tierra, forrada de láminas de zinc, ripios de madera y plástico negro, es el refugio que tiene contra la intemperie Maritza del Socorro Gómez, de 39 años, una madre soltera con siete hijos y dos nietos. Esta casita, ubicada en el asentamiento 19 de Julio, en Chinandega, no es más que un cuarto de unos diez metros cuadrados que sirve de habitación a sus ocupantes.
Durante muchos años, Maritza del Socorro se dedicó a triturar piedra con un mazo de más de dos kilos de peso, pese a que su complexión física no es la ideal para realizar ese tipo de actividad.
Cuatro de sus siete hijos, los más mayorcitos, la ayudaban a picar piedra, para entre todos echarle la vaca y ganarse los tres córdobas que cuesta pulverizar el equivalente a un bidón de piedra.
Era un trabajo de lunes a domingo, sin derecho a vacaciones ni a seguro social. No tenía permitido enfermarse, no podía darse ese lujo. Si no trabajaba no ganaba y sus hijos no comían. Esa fue la herencia que le dejó su marido cuando la abandonó a su suerte con sus hijos.
Uno de sus hijos casi pierde la mano izquierda de un golpe que se propinó con el mazo, el golpe fue grave y aunque milagrosamente se evitó la amputación, la mano le quedó lisiada. Su patrón, con el corazón como las piedras que picaban los niños, no se compadeció de la humilde familia y no le dio ni para una aspirina.
Pero eso ya terminó. Las manos callosas y con cicatrices, producto de los golpes desacertados de Maritza del Socorro no volverán a tocar nunca más el pesado mazo, ya que el gobierno revolucionario trabaja en la restitución de sus derechos y su dignidad como ser humano, mujer y madre.
“Estamos muy contentas porque ya no vamos a trabajar quebrando piedras porque eso es muy pesado, más para las mujeres y los niños. Pero gracias al gobierno que nos está apoyando ahora los chavalos pueden ir a estudiar y yo estoy aprendiendo a coser”, expresó doña Maritza del Socorro Gómez.
Más de treinta y cinco niños son beneficiados con el programa “Del trabajo a la escuela”, el que consiste en que los niños se retiren de ese trabajo e insertarlos en el sistema escolar.
Este programa se realiza con el apoyo del Ministerio del Trabajo, el Ministerio de la Familia, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Salud y los gabinetes del Poder Ciudadano.
Se les brinda, además de los cuadernos, libros y útiles escolares, atención médica y se les da alimentos en la escuela.
“Estamos restituyéndoles el derecho a estos niños y niñas a ser felices y de estar en donde deben de estar: que es en la escuela. Esta es la voluntad política expresada del gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional y del comandante Daniel Ortega Saavedra, quien ha orientado este mandato que los niños no deben de trabajar, sino estar en la escuela”, expresó la titular del MITRAB, compañera Jeannette Chávez Gómez.
También está involucrado el Instituto Nacional Tecnológico, (INATEC), que se encargará de capacitar a las madres de estos niños, quienes aprenderán costura y tendrán una cooperativa.“Esto es devolverles la dignidad, darles un trabajo digno a estas madres que por muchos años se dedicaron a picar piedras. Los gobiernos neoliberales, irresponsablemente nunca atendieron este problema, no le dieron la debida respuesta”, dijo Chávez Gómez.
La alcaldía del Poder Ciudadano de Chinandega ya acondicionó el local, ubicado en el Mercado Municipal, en donde estará ubicado el taller de estas madres.
La titular del MITRAB señaló que el acompañamiento será hasta que ya estén comercializando sus productos.
El picar piedra está catalogado por el MITRAB como una de las peores formas de trabajo infantil y que representa un gran peligro.
Niños agradecidos
“Agradezco mucho al presidente Daniel Ortega Saavedra porque no está apoyando, no se olvidó de nosotros los niños que quebrábamos piedras. Ese un trabajo muy duro, es bien cansado y siempre nos golpeábamos las manitos y cuando llegábamos a la casa nos dolía la espalda”, dijo Jessica de los Ángeles Ulloa González, de 15 años.
Jessica es una de los catorce niños que anteriormente trabajaban picando piedras y que ahora estudian en la Escuela El Naranjo.
“Ahora nos están ayudando con los estudios, nos dan los útiles y a nuestras mamás les están enseñando costura, para que tengan un oficio y dejen de trabajar picando piedras”, añadió esta niña que desde los ocho años se dedicó a esa dura labor, en compañía de su hermano mayor y su mamá.
Recordó que muchas veces pasaron serias necesidades porque si la piedra que trituraban no era vendida, el patrón no les pagaba.
Carolina Pineda Mercado, tiene ocho años, aunque aparenta unos cinco. Es de tamaño pequeño y delgadita, pero aún así le ayudaba a sus padres a picar piedra. Aunque no llegaba ni a picar la mitad de un bidón de piedras, contribuía a la obtención de un poco de dinero para el sustento diario.
“Mucho me golpeaba los dedos con ese mazo, es bien pesado y terminaba toda adolorida, y a mí no me gustaba ir a trabajar además porque quería ir a jugar con mis amiguitas”, dijo Carolina.
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“El Sandinista debe tener un auténtico espíritu crítico, ya que tal espíritu de crítica constructiva le da consistencia mayor a la unidad y contribuye a su fortalecimiento y continuidad, entendiéndose que una crítica mal entendida que expone la unidad, pierde su sentido revolucionario y adquiere un carácter reaccionario.”
Comandante Carlos Fonseca Amador.
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